En "Mapa de los sonidos de Tokio", aunque no me guste nada, al menos tengo claro lo que pretenden contarme, pero me resulta imposible saber de qué va la intriga de "Visage", firmada por el para mí incomprensiblemente idolatrado director chino Tsai-Ming Liang. Se supone que trata de un rodaje en el Louvre actualizando el mito de Salomé, pero nada de lo que veo y escucho tiene sentido, atractivo ni gracia, aunque el autor se esfuerza mucho por conseguir lo último. Lo único que me saca del soporífero estupor es que el esotérico Tsai-Ming Liang haya convencido a Laetitia Casta para que exhiba su preciosa desnudez. No compensa, pero menos es nada.
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AUTOR: Carlos Boyero
FUENTE: El País
FOTO: Fotogramas
ISABEL COIXET SE PIERDE EN TOKIO
El improbable amor entre una asesina a sueldo y un español aficionado al vino se pierde en un ritual de frases demasiado afectadas para la emoción
Lo importante es participar. La frase de marras nos la vienen repitiendo nuestros padres desde que nos vieron perder por primera vez. Desde entonces, reconozcámoslo, ha sido un no parar: de derrotas y de frases hechas. Sin embargo, la advertencia, según en qué sitios, tiene su valor. Por ejemplo, en Cannes. De las miles de películas que llegan para ser seleccionadas, sólo un puñado entran en la fase final, la de la alfombra roja.
Y sólo por estar ahí, entre las 20 mejores del año, algo tienen. Unas nos cabrean hasta la extenuación; otras entusiasman, y, la menos, dejan perplejo. La indiferencia es una enfermedad erradicada en Cannes. Todas sin excepción tienen algo: responden a la necesidad, como decía Terry Gilliam, de narrar. No es un empeño menor.
Llegados a este punto, hoy, en último lugar, se proyectó "El mapa de los sonidos de Tokio". Cualquiera que se haya caído por la página de elmundo.es sabrá de qué hablamos. Isabel Coixet, su directora, lleva meses contándonos cada detalle de su particular viaje al fondo de una cultura extraña. Es decir, al fondo de uno mismo. Cuanto más lejos, más adentro. Es así.
Dice la directora que la idea le surgió en un mercado de pescado tras ver a una mujer trabajando; dice que el sonido de las chicharras se le grabó para siempre; dice que quedó seducida por la sensación de respeto, la forma de marcas las distancias, de los japoneses... Todo eso está en la película de una directora que ha hecho del viaje su forma de trabajo.
Sin embargo, no funciona. O no como anteriores trabajos de la directora. Los problemas empiezan por el guión. Todas las películas, sin excepción (a un lado "Elegy", escrita por otras manos), de Isabel Coixet están perfectamente escritas. Improbables o no, las tramas avanzan gracias a una escritura capaz de dosificar evocación y drama en dosis justas. Coixet, antes que nada, es lectora. Y se nota. Nada de eso ocurre ahora. Esta vez, el improbable amor entre una asesina a sueldo (Rinko Kikuchi) y un español aficionado al vino (Sergi López) se pierde en un ritual de frases demasiado afectadas para la emoción, demasiado esquemáticas para la tristeza.
Nada es creíble
La idea es colocarse a una prudente distancia de la pasión para retratar en los gestos, supuestamente insignificantes, la verdadera naturaleza del drama. Coixet cita a Kore-Eda y Kore-Eda cita a Ozu, Yasuhiro Ozu. El problema es que el principio de verosimilitud dura poco. Nada es creíble. Y no nos referimos al desarrollo de los acontecimientos, sino al necesario diálogo que tendría que existir entre dos pasiones que se cruzan.
La innegable destreza estética, la madurez de una directora que ha dejado atrás viejos vicios (la cámara ya no tiembla) y la brillante puesta en escena (sutiles e inteligentes las escenas de sexo) compensan el resultado de una película que, por momentos, parece más el resultado de un impetuoso y poco reflexionado deslumbramiento: el de la directora por Japón. Sea como sea, lo importante, y ahora sí que es verdad, es participar. Cannes es mucho Cannes. Y "El mapa de los sonidos de Tokio" se merecía estar entre las 20 mejores producciones del mundo. Del mundo, repetimos.
Y prueba de que nadie está libre de culpa es que Coixet ha compartido el día con una de las vacas sagradas del cine reciente: el taiwanés Tsai Ming-Liang. Con la plana mayor de la mitología cinéfilo-francesa en el reparto (de Jean Pierre Leaud a Fanny Ardant pasando por Jeanne Moreau), el director compone en "Visage" una alambicada reflexión sobre el arte, la vida, el cine, la representación y la historia (uno de los escenarios es el museo del Louvre). Pues bien, la ambición, y la falta de escrúpulos, mató al gato. Impostado, engolado, retórico, torpe... Lo que viene siendo una paliza.
Y mañana, el palmarés. Las quinielas, el sentido común y la excelencia apuntan a dos obras mayores: "A prophet"', de Jacques Audiard, y "The white ribbon", de Michael Haneke. Mañana, con permiso del jurado, veremos.
Leer crítica en su versión original
AUTOR: Luis Martínez
FUENTE: El Mundo
FOTO: Fotogramas
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