El mal tiene lugar en Cannes después de “AntiChrist” de Lars von Trier, hay ahora dos puntos resaltantes en la Competencia: "Das weiße Band" de Michael Haneke y la excelente "À l'origine" de Xavier Giannoli. Y el director Haneke ("Funny Games") por primera vez ventila su secreto del origen de la violencia.
La gran discusión en Cannes alrededor de la pregunta, si tiene que estar una película alemana en la competencia o no, puede ser finalmente contemplado, aún cuando el director Michael Haneke es austriaco y la mitad del financiamiento proviene de Austria, Francia e Italia, Una película alemana como "Das weiße Band" será difícil de dejarse encontrar.Esto no yace puramente sobre que él ha filmado en Alemania con actores alemanes. Esto es, exceptuando la versión cinematográfica “Das Schloß” de Kafka (“El Castillo”, 1997), la única película de Haneke, la cual no transcurre en la actualidad, sino en 1913-14, en los últimos meses de paz antes de la Primera Guerra Mundial.
Este gran exterminio de población no podría distanciarse tanto a la vida pacifica de un pueblo en el norte alemán de la profunda llanura. La cámara muestra en uno el contraste penetrante del blanco y negro en toda la tranquilidad de los campos ondulantes sobre un horizonte sin fin, en el pequeño pueblo, donde no hay ni un centímetro de asfalto, y la bicicleta es el más moderno medio de locomoción, es todo como siempre fue y aparentemente continuará así los próximos 100 años.
Haneke no sería Haneke, sino incluyera lo maligno en este idilio fracturado. El doctor del pueblo sufre una importante herida al caerse de un caballo, causado por un alambre tirante sujeto entre los árboles, haciendo que el caballo cayera. No es el único acontecimiento misterioso, una obrera muere al trabajar con una sierra, una cosecha es destruida, un joven con discapacidad mental es cruelmente torturado.
El mal tiene lugar en Cannes. En “AntiChrist” de Lars von Trier (tres días y seis películas de la competición después, aún es el tema de todas las discusiones) posee una dimensión psicoanalítica e histórica, en la película sobre Ivan El Terrible: “Tsar” de Pavel Lungin va en aumento a partir de la fe supersticiosa, en “Kinatay” de Brillante Mendoza se entreteje del hastío moralista de la mega-ciudad y en "Drag me to Hell" de Sam Raimi existe, porque esto lo pintan en la pantalla simplemente cool, abriendo la garganta del infierno.
"Das weiße Band" es el otro caso, la repentina intrusión del mal estaba -desde “Benny’s Video” hasta “Caché”- siempre una constante en la obra de Haneke. El austriaco siempre ha evitado dar explicaciones, Las explicaciones que han tratado de dar esos dos comedidos monstruos en “Funny Games” han sido divertidas.
Haneke evita también finales con un significado. Aún hoy cuatro años después que los debates en Cannes empezaron, se escuchó diferentes teorías al respecto, de quién vienen los videos amenazadores en “Caché”. E igualmente al inicio de "Das weiße Band", el narrador dice - el profesor del pueblo - como los misteriosos sucesos de aquel entonces, incluso en retrospectiva aún comparecen.
Por el contrario Haneke sugiere a los espectadores una solución probable. Él está vez también brinda una explicación plausible para el origen a la violencia, Se declara en la obra desde la primera hasta la última escena vista en la pantalla.
En este pueblo podemos encontrar la no santa coexistencia del idilio pastoral y las estructuras represivas. El amable doctor (Rainer Bock) que salva de la muerte por enfriamiento a unos pequeños niños, pero trata a su ama de llaves en una forma despreciable.
El respetado hacendado (Ulrich Tukur), que celebra la fiesta de la cosecha sin escatimar en gastos y se beneficia de su posición desconsideradamente. El devoto pastor (Burghart Klaußner) que se preocupa por sus ovejitas, y también propina castigos sin medida a su joven hijo, en las noches ata las manos al costado de la cama, la hija debe llevar una cinta blanca en el cabello, como recordatorio de la virtud, lo blanco, senda de la cual se desviaron.
Ahora es el pensamiento sumiso a la autoridad como una explicación para la Primera (y Segunda) Guerra Mundial muy lejos de ser novedoso, desde el “tema” hasta “en el occidente no hay nada nuevo"; no obstante difícilmente nunca lo hemos visto así analizadas en las más pequeñas unidades del pueblo y de la familia-comunidad. La película está ausente sin embargo de la fuerza hipnótica del mejor Haneke, sin embargo, el estilo del filme por limitado en su conjunto, parece mejor funcionar mejor como un gran tableaux.
Leer crítica en su versión original
AUTOR: Hanns-Georg Rodek
EDICIÓN: Emanuel Ramos

Un pueblo de Alemania del Norte protestante, a víspera de la Primera Guerra Mundial. Ahí se sobrevendrán extraños acontecimientos, a propósito de los cuales “muchas cuestiones se quedan sin respuesta”, nos dice el narrador, un ex maestro de escuela que se ha vuelto viejo. No es necesario contar con el cineasta (y autor de la guión original) para disipar estos enigmas. Los epílogos en descifrado pedagógico a la Hercule Poirot no tienen derecho de ciudadanía en las películas de Michael Haneke, que lo conduce hacia que el espectador haga su propia lectura, sin que ninguna interpretación se le dicte.

"Map of the Sounds of Tokyo" (nombre origina). La vocación internacionalista de la directora española Isabel Coixet, alguien que por exigencias del mercado, por el legítimo deseo de que su cine llegue al público de cualquier parte, o porque las intimistas historias que quiere contar suceden en geografías situadas fuera de España, acostumbra a rodar en inglés. "En Mapa de los sonidos de Tokio" va más lejos y sus cosmopolitas e inevitablemente atormentados personajes se expresan alternativamente en inglés, japonés y catalán.


Carlos Boyero , El País
Luis Martínez, El Mundo
Carlos Boyero,
Supongo que hay gente que hace cine por algo tan legítimo como ganarse la vida. Otros, por la convicción absoluta de que su incuestionable arte va a redimir al mundo. También están aquellos a los que no te los imaginas haciendo otra cosa, gente en cuya personalidad todo desprende inconfundible olor a celuloide, a narrar historias en imágenes. Alejandro Amenábar pertenece a esa raza. Tenía 24 años cuando realiza su primera película Tesis, edad que va asociada al aprendizaje. Pero aquella desasosegante inmersión en el suspense y en el terror parecía realizada por un director tan adulto como sabio, un brillante manipulador de emociones, alguien que hacía pasar tanto miedo al espectador como a esa estudiante de cine perseguida por un sádico especializado en hard-core.
Y llegó el día de 'Ágora'. El día del señor (el domingo, vamos), Amenábar presentó la más esperada de sus películas. Estamos delante de una producción de 50 millones de euros (grande, grandísima, para los usos y costumbres españoles) que arremete, con armas y bagages, contra todo lo que se mueve: la religión, el dogmatismo, la intransigencia, la ignoracia... Todas las enfermedades del alma, vamos. En palabras del propio director, "Asuntos todos muy de actualidad".
Como un Indiana Jones, pero sin látigo y con gafas de pasta negra, recorre el planeta Martin Scorsese en busca del arca perdida del cine mundial. Malí, Turquía, Dubai, Egipto, Brasil, China, Estados Unidos... y por supuesto, Cannes, son las etapas de su periplo como presidente de la World Cinema Foundation, la institución que el director de Toro salvaje y Uno de los nuestros -uno de los dos o a lo sumo tres clásicos del cine en vida, para entendernos- puso en marcha hace dos años aquí mismo, en el primer festival del mundo. Su objetivo: localizar, primero, restaurar después y finalmente exhibir aquellas películas que el paso del tiempo y el empeño de la desidia se ha encargado de poner en peligro de muerte.
