Es en un blanco y negro espléndido que se desarrolla esta película impresionante e implacable
Un pueblo de Alemania del Norte protestante, a víspera de la Primera Guerra Mundial. Ahí se sobrevendrán extraños acontecimientos, a propósito de los cuales “muchas cuestiones se quedan sin respuesta”, nos dice el narrador, un ex maestro de escuela que se ha vuelto viejo. No es necesario contar con el cineasta (y autor de la guión original) para disipar estos enigmas. Los epílogos en descifrado pedagógico a la Hercule Poirot no tienen derecho de ciudadanía en las películas de Michael Haneke, que lo conduce hacia que el espectador haga su propia lectura, sin que ninguna interpretación se le dicte.
El médico del pueblo en un bonito día es víctima de un accidente de caballo, una caída provocada por un hilo invisible tendido entre dos arbustos, que desaparece también misteriosamente como apareció. ¿Quién colocó este hilo, quién lo retiró? Este incidente va seguido de varios otros, tanto más traumatizantes cuanto más inexplicables. La muerte brutal de una campesina, saqueo de un huerto, secuestro de un joven minusválido… Perjuicios de los cuales los culpables siguen siendo desconocidos.
La historia de un hombre filmado a sus espaldas, “Caché” (2005), la película precedente de Haneke, no revelaba nunca quien las entregaba con sus manipulaciones en la imagen, quien enviaba al héroe los vídeos que probaban que él era espiado y que lo relacionaba a su infancia. Aquí donde es cuestión, como en “Le Temps du loup” (2003), de una civilización en naufragio, el o los autores de estos gestos criminales no serán jamás distinguidos.
Cada uno se hará su pequeña idea, y Haneke destila al menos un indicio determinante. Una escena donde un colibrí es extirpado delicadamente de su jaula de apartamento y salvajemente muerta a tijerazos. La película es una cuestión de atmósfera (pesada), relaciones sociales (tensas), de educación (rígida), de instituciones (controvertidas). ¿La cinta blanca? Es un símbolo de penitencia, la sanción pública y el emblema de una prueba de redención que inflige el pastor protestante a dos de sus hijos, los mayores, después de haberles asestado golpes de vara. Por el ejemplo, Klara y su hermano deben llevar esta cinta blanca, símbolo de pureza, ella en su cabello y él a su brazo.
Dormir atados
Estamos aquí en el centro del tema. En este campo donde nadie puede ignorar quien posee el poder, donde nadie debe transgredir las prohibiciones, el cielo parece pesar toneladas, incluso en verano. Las temporadas pasan, las cosechas suceden a los días de nieve, las costumbres permanecen, condenando al regidor y a los campesinos a dedicarse a el señor, los hijos del pastor protestante deben dormir atados en su cama para no sucumbir a las tentaciones vituperables, la comadrona que debe sufrir los caprichos sexuales de su vecino viudo, el médico, y de hacerse absolver brutalmente con humillantes injurias (“Tú eres fea, descuidada, la piel flácida, el aliento fétido…”).
“Das weiße Band” es la evocación de las sevicias que una sociedad de adultos, notables, puritanos, rigurosos, inflige a sus mujeres, sus niños, sus administrados. Es el inventario de los caprichos y castigos perpetrados por maniáticos de la autoridad, maniáticos del orden, de la censura. Llegando hasta la violación y al inceste (el médico despide a la comadrona para emprenderla con su propia hija), estos abusos generan odio de sí mismo y rituales punitivos: he aquí la explicación de los acontecimientos que perturban el pueblo. Se trata de “castigar los errores de los padres sobre los hijos”.
¿Pero aún? No se dirá más. Si no que Haneke, quien termina su película con el asesinato del archiduque Franz Ferdinand en Sarajevo y la declaración de guerra, denuncia a las sociedades represivas, las que cultivan brutalidades, hostilidades, celos, amenazas y venganzas perversas, como generadoras de fascismos y totalitarismos. Ejemplo de este terror que reina sobre las poblaciones: el profesor lleva a su novia de paseo sobre una carreta y abandona el camino, se envuelve sobre una sendero con el fin de encontrar un claro para un picnic; los dos enamorados acaban de intercambiar un beso, pero, a pesar de su deseo, la hermosa Eva está tan deseosa de ver la evasión de virar hasta las cosas prohibidas que exige una vuelta sobre la vía oficial. El instante se congela.
Es en un blanco y negro espléndido que se desarrolla esta película impresionante e implacable. Se lo sitúa en alguna parte en la línea del “The Damned” de Losey, o “The Night of the Hunter” de Laughton, debido a la figura maléfica del predicador. De un Clouzot. De un Bergman natural, tanto alisan la obsesión del pecado y una sexualidad mortífera. Pero “Das weiße Band” asesta una entonación particular, con sus verdugos de ojos azules y pelambreras rubias.
Película austríaca de Michael Haneke con Acanalar Bock, Susanne Lothar, Christian Friedel, Leonie Benesch, Ulrich Tukur, Ursina Lardi, Burghart Klaussner (144 minutos).
Estreno en cines el 21 de octubre de 2009.
Leer crítica en su versión original
El médico del pueblo en un bonito día es víctima de un accidente de caballo, una caída provocada por un hilo invisible tendido entre dos arbustos, que desaparece también misteriosamente como apareció. ¿Quién colocó este hilo, quién lo retiró? Este incidente va seguido de varios otros, tanto más traumatizantes cuanto más inexplicables. La muerte brutal de una campesina, saqueo de un huerto, secuestro de un joven minusválido… Perjuicios de los cuales los culpables siguen siendo desconocidos.
La historia de un hombre filmado a sus espaldas, “Caché” (2005), la película precedente de Haneke, no revelaba nunca quien las entregaba con sus manipulaciones en la imagen, quien enviaba al héroe los vídeos que probaban que él era espiado y que lo relacionaba a su infancia. Aquí donde es cuestión, como en “Le Temps du loup” (2003), de una civilización en naufragio, el o los autores de estos gestos criminales no serán jamás distinguidos.
Cada uno se hará su pequeña idea, y Haneke destila al menos un indicio determinante. Una escena donde un colibrí es extirpado delicadamente de su jaula de apartamento y salvajemente muerta a tijerazos. La película es una cuestión de atmósfera (pesada), relaciones sociales (tensas), de educación (rígida), de instituciones (controvertidas). ¿La cinta blanca? Es un símbolo de penitencia, la sanción pública y el emblema de una prueba de redención que inflige el pastor protestante a dos de sus hijos, los mayores, después de haberles asestado golpes de vara. Por el ejemplo, Klara y su hermano deben llevar esta cinta blanca, símbolo de pureza, ella en su cabello y él a su brazo.
Dormir atados
Estamos aquí en el centro del tema. En este campo donde nadie puede ignorar quien posee el poder, donde nadie debe transgredir las prohibiciones, el cielo parece pesar toneladas, incluso en verano. Las temporadas pasan, las cosechas suceden a los días de nieve, las costumbres permanecen, condenando al regidor y a los campesinos a dedicarse a el señor, los hijos del pastor protestante deben dormir atados en su cama para no sucumbir a las tentaciones vituperables, la comadrona que debe sufrir los caprichos sexuales de su vecino viudo, el médico, y de hacerse absolver brutalmente con humillantes injurias (“Tú eres fea, descuidada, la piel flácida, el aliento fétido…”).
“Das weiße Band” es la evocación de las sevicias que una sociedad de adultos, notables, puritanos, rigurosos, inflige a sus mujeres, sus niños, sus administrados. Es el inventario de los caprichos y castigos perpetrados por maniáticos de la autoridad, maniáticos del orden, de la censura. Llegando hasta la violación y al inceste (el médico despide a la comadrona para emprenderla con su propia hija), estos abusos generan odio de sí mismo y rituales punitivos: he aquí la explicación de los acontecimientos que perturban el pueblo. Se trata de “castigar los errores de los padres sobre los hijos”.
¿Pero aún? No se dirá más. Si no que Haneke, quien termina su película con el asesinato del archiduque Franz Ferdinand en Sarajevo y la declaración de guerra, denuncia a las sociedades represivas, las que cultivan brutalidades, hostilidades, celos, amenazas y venganzas perversas, como generadoras de fascismos y totalitarismos. Ejemplo de este terror que reina sobre las poblaciones: el profesor lleva a su novia de paseo sobre una carreta y abandona el camino, se envuelve sobre una sendero con el fin de encontrar un claro para un picnic; los dos enamorados acaban de intercambiar un beso, pero, a pesar de su deseo, la hermosa Eva está tan deseosa de ver la evasión de virar hasta las cosas prohibidas que exige una vuelta sobre la vía oficial. El instante se congela.
Es en un blanco y negro espléndido que se desarrolla esta película impresionante e implacable. Se lo sitúa en alguna parte en la línea del “The Damned” de Losey, o “The Night of the Hunter” de Laughton, debido a la figura maléfica del predicador. De un Clouzot. De un Bergman natural, tanto alisan la obsesión del pecado y una sexualidad mortífera. Pero “Das weiße Band” asesta una entonación particular, con sus verdugos de ojos azules y pelambreras rubias.
Película austríaca de Michael Haneke con Acanalar Bock, Susanne Lothar, Christian Friedel, Leonie Benesch, Ulrich Tukur, Ursina Lardi, Burghart Klaussner (144 minutos).
Estreno en cines el 21 de octubre de 2009.
Leer crítica en su versión original
AUTOR: Jean-Luc Douin
FUENTE: Le Monde
FOTO: Les Films du Losange
TRADUCCIÓN: Emanuel Ramos
FUENTE: Le Monde
FOTO: Les Films du Losange
TRADUCCIÓN: Emanuel Ramos
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